Un sabio salió de su morada,
-en la que permaneció solo durante treinta años-; en
una de las islas del viejo Paraná Guazú.
Se lo llevó la corriente, decían unos en el pueblo,
se fue con los Gitanos, balbuceaban otros por lo bajo y entre dientes,
por miedo a las maldiciones de polleras.
La naturaleza fue el reservorio de sus cavilaciones y
meditaciones; el Agua,
el Sol y la Luna, lo hicieron a la plenitud de una
cotidianidad simple, mansa y feliz. Atesoró lo más preciado, una
introspección que rayaba lo parco; sus reflexiones lo
marcaron estoicamente.
Al alba de un día de diáfano cielo,
retomó el camino aguado del poblado.
Cuarenta días de travesía por las corrientes
bravas, de remolinos sempiternos
y camalotales caprichosos.
Al hacer pie en la barranca de los sauces,
una ciudad nueva y desconocida lo abraza;
levantando la vista y al reflejo de
imponentes moles de cemento,
deletrea torpemente "laa fe li ci dad de tu vi da
de p e n de d e laa ca a lii dad de t uus pen sa mi en tos"
VE N DE
Un mar de lágrimas lo condujo de vuelta por otras travesías
de cuarenta días y cuarenta noches, al abrigo del
Guazú.
Zenón por las islas del Guazú
Primavera 2015
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