La estrechez de la tierra
haciéndose polvo en el rostro
El gris rojo con el que te fue recibiendo la tarde,
en ese pequeño paraje de provincia.
No hubo forma de decir adiós,
ni siquiera una palabra,
ni un balbucear entrecortado.
Cayó pesadamente la tela
sobre el marco de madera
Te siguieron silenciosos pasos,
la sombra te abandonó sin conocerte,
y con el último hilo de alpargata
fuiste cerrando la historia
Sin bártulos a cuestas,
solo la carga de recuerdos.
En el crepitar de las secas hojas
se abrió un horizonte de esperanzas
Tan impenetrable como la nada misma
Zenón del Arrabal
Que londa
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